Morelia, Michoacán
En la sala velatoria la escena era dolorosa y desgarradora: siete ataúdes formados uno junto a otro, de diferentes tamaños, con los restos de la señora María Griselda, de 71 años, y sus seis pequeños nietos que murieron, abrazados, cuando un incendio los atrapó en su casa de madera en la colonia Lomas de la Aldea el pasado miércoles.
Sobre lo féretros, la mayoría en color blanco, colocaron siete fotos con los rostros en vida de las víctimas.

Así despidieron vecinos a María Griselda y sus nietos Paulo, Roberto y Tadeo, todos ellos de 6 años, así como a Ricardo, de 9; Ángel, de 12, y Santiago, de 13, el mayor de todos y quien tampoco pudo hacer nada para escapar de las llamas que consumieron por completo la vivienda la trágica noche.
Los funerales corrieron a cargo de la funeraria “Martínez”, cuyos dueños, al saber la situación de la familia fallecida decidió no cobrar por los servicios. Las pocas coronas que había tampoco tuvieron costo; las donó la florería “Iris”.
El incendio que apagó siete vidas de golpe, sorprendió a María Griselda y sus nietos mientras dormían.


Una primera versión indicaba que el fuego comenzó tras explotar un tanque de gas, pero ahora se sabe que la causa fue otra: en la humilde vivienda, sus moradores tenían un tambo que hacía las veces de fogón en la parte exterior del inmueble. Una brasa alcanzó una de las paredes de madera y de ahí las llamas se propagaron velozmente al resto de la casa, dictaminó la Fiscalía estatal.
La intensidad del fuego alcanzó tal dimensión, que redujo todo a cenizas y dejó carbonizados los siete cuerpos que fueron ubicados, todos juntos, como abrazándose, en una de las habitaciones.
“El ADN de las víctimas se obtuvo después de un complejo procedimiento realizado por especialistas, dadas las condiciones de deterioro de los restos, y que fue comparado con perfil genético de sus familiares”, puntualizó en un comunicado.

De la forma en que la abuelita mantenía a sus nietos no se conoce todavía información, y tampoco queda claro aún la historia y datos de los padres de los pequeños.
Después del velorio se ofició una misa y, más tarde, los ataúdes fueron llevados al panteón El Vergel para su sepultura.